"¿Y de verdad nos creíamos a salvo?", por Oscar Sánchez, Socio de NORGESTION

El Economista. Capital Privado. Opinión.

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30/3/2022

No sabemos cuánto vamos a volver atrás. Ni cuándo nos recuperaremos. Las terribles consecuencias  que está acarreando la guerra en Ucrania no dejan de incrementarse. En el plano más dramático, el humano, el de la vida de millones de personas que están sufriendo la violencia en sus propias carnes, el diagnóstico es desolador y en los miles de casos de pérdidas humanas, simplemente, irreparable. Un drama sin vuelta atrás.  Miles de muertos y millones de desplazados dibujan un escenario terrible y confuso que, mal que nos pese, habremos de asimilar y gestionar.

En el plano económico los daños ocasionados, aunque resultan incomparables con la tragedia humanitaria, van a causar también sufrimiento y dolor en nuestras poblaciones. Y es ahora, especialmente en nuestras sociedades europeas, cuando caemos en la cuenta de que hay cuestiones cuya resolución hemos ido aplazando sine die: la dependencia mineral y energética, el abastecimiento de materias primas, la excesiva globalización que ha dejado en manos de terceros aspectos claves de nuestras cadenas de producción, etc.

Espero que todos nos demos cuenta de la situación que se nos está viniendo encima y estemos a la altura. Deberemos cuestionar los mensajes de pancarta fáciles, a lo que somos tan dados, y que en no pocos casos condicionan la acción de dirigentes y gobiernos que, ante la dificultad de afrontar nuestra compleja realidad, pueden sentirse tentados de decirnos lo que queremos oír en vez de lo que debiéramos saber.  Ante las evidencias que presenta la actual situación deberemos poner en cuestión la sistemática oposición local a propuestas de desarrollo que son percibidas como una amenaza y que tienen un fácil impacto en la sociedad.

El poeta TS Eliot decía que el ser humano no está preparado para conocer toda la realidad y la historiadora Margaret MavMillan aseveraba que la capacidad de los seres humanos para ignorar lo que no quieren saber es ilimitada. Esta falta de capacitación, añado yo, puede que sea un buen mecanismo de defensa ante la infinita estupidez y el egoísmo cortoplacista. Mi temor es que, de manera irresponsable, sigamos ignorando los problemas, dejando una insoportable carga a las siguientes generaciones.

Ya sabes, adaptando a Les Luthiers, si un amigo te da una puñalada por la espalda desconfía.

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